Aunque en esta ocasión no llegamos a entrar a la cueva (queda
pendiente), sí que quería comenzar con ella, por el recuerdo que tengo de cómo
nos impresiono su boca, y esa rampa que parecía bajaba a la nada…….
Comenzamos nuestra
excursión en el Alto De Lizarraga de donde tomamos la pista que va hacía la
ermita de San Adrian. Vamos paseando por el prado hasta que a los 600 metros,
poco antes de unas bordas nos desviamos a la derecha, en ascenso diagonal,
hasta llegar a Portupekoleze, una curiosa depresión con un arco de piedra y una
pequeña cueva en el fondo en la que se pude entrar agachado si mal no recuerdo
unos 12metros. Resulta entretenida para los peques y no tiene ningún peligro.
Eso si cuidado con los peques en el puente.
Volvemos de nuevo a la pista, y vamos “jugando” por los
pasadizos que hay en la roca de nuestra izquierda (entras por uno, sales por
otro….).
De aquí continuamos hasta la calzada romana (muy
interesante) para seguir por ella hasta el cruce de la cueva. De donde vamos
hacia el hayedo, en el que continuamos por un elegante camino con abundantes
dolinas (creo que se llama del Txaparral) hasta encontrarnos con unos mojones justo
encima de la cueva. Por este camino he andado varias veces, y el color que coge
en las tardes, con el sol, las hayas y el musgo, resulta espectacular. Aunque
para gustos, eso, los colores……


De aquí y por nuestra derecha bajamos hasta encontrarnos con
la gran boca de la cueva. Sobre la que encontramos diversos relatos en la
mitología vasca, como una de las moradas de las sorginak “la
enorme boca de la gruta deja entrever un túnel descendente que parece la
garganta hacia el inframundo” - se lee
en un relato-, y no es para menos, ya que recuerdo esa vez como nos impresionó
su boca, casi daba “miedo” asomarse, sobre todo con la pequeña luz que
llevábamos. Así que no nos animamos a entrar (y pensar que hoy, como dice un
amigo “agujero que ves y ya estás
dentro”).
Volvemos a la calzada, vemos la sima de Tximua (por fuera claro),
y continuamos por ella hasta BentaBerri, en donde dejé a la familia
“jugeteando” en la campa y subí a buscar el coche.
Interesante excursión, quizás un poco larga para niños de
corta edad (mí hijo estaba a un mes de cumplir 5, y la verdad es que aguanto
muy bien, no tuve que cogerle a hombros…). Eso sí, se nos queda pendiente la
visita a la cueva.